Transparente
- Maite Bermejo Astiz
- 11 nov 2018
- 2 Min. de lectura
No es un “hola” o un “adiós” lo que hace falta algunas veces. Nos gusta ser perfect@s, a veces incluso llamar la atención, o simplemente aparentar que somos felices. Todo el mundo sabe que no. Porque en tu cara poses una sonrisa de lado a lado, no quiere decir que estés igual por dentro.
El otro día iba andando por la calle. De repente, me crucé con gente con los cuales he hablado por redes sociales, o he hablado de quedar. Pero cómo no, a la cara no me saludaron. Vi más conocid@s ese día, pero nada. No me saludaban. Irónicamente, me saludó gente que no conocía de nada. Sorprendentemente me sonrió aquella persona que pide dinero por la calle. No sé si estoy perdida, desaparecida, o si el mundo cambia en base al día que estés teniendo.
El otro día iba andando por la calle. De repente, me crucé con gente con los cuales he hablado por redes sociales, o he hablado de quedar. Pero cómo no, a la cara no me saludaron. Vi más conocid@s ese día, pero nada. No me saludaban. Irónicamente, me saludó gente que no conocía de nada. Sorprendentemente me sonrió aquella persona que pide dinero por la calle. No sé si estoy perdida, desaparecida, o si el mundo cambia en base al día que estés teniendo.
Hace poco me percaté de una cosa que nunca me había planteado: ¿por qué nos dominan tanto las opiniones ajenas, como sus acciones o su forma de vivir? Que yo sepa no todo el mundo tiene el mismo futuro. Durante el camino podemos cruzarnos con gente. Nos podrán ayudar a seguir adelante y a hacernos GRANDES. Pero hay veces en las que se prefiere dejarse influenciar. Puede que te digan sobre una amiga que es una mala compañera y que ha hecho una cosa mala. ¿Por qué hay gente que prefiere creer esas cosas en vez de preguntarlas? PREGUNTO. Pero bueno, no se puede cambiar a las personas, porque cada cual es como es. Y punto. Así que desde aquí os digo, aunque no me leáis, que os den.
¿Has repetido dos veces un párrafo?