top of page

Saliendo del pozo

Hola. Hace mucho que no escribo por aquí. Estoy saliendo del agujero en el que entré hace un año. Os vengo a contar una historia que igual os aburre, o la habéis escuchado más veces, pero que también es una historia de superación para toda persona que la necesite.

El 28 de marzo de 2020 me quedé sola en Santiago de Compostela. Parece mentira que hayan pasado 365 días desde entonces. Debido a la pandemia, mi compañera de piso tuvo que bajar con su familia, y yo no pude volver a casa porque no había medios. Es por eso que empezó mi verdadera aventura.


Fueron dos meses de apenas contacto con personas físicas. Solo veía a la gente del supermercado una vez cada dos semanas. Al principio las videollamadas y el ánimo hasta arriba. Con el tiempo, la gente se fue cansando, y el entretenimiento disminuyó. Por suerte, gracias a mi compañera de piso, nos hicimos amigas de un vecino del edificio contiguo al nuestro, con el que quedaba para charlar de ventana a balcón antes de los aplausos, sobre las 19:15h.


Con el paso de los días, mi estado anímico bajó por completo. Tenía mucho miedo porque desconocía el comportamiento del virus. Hacía caso a lo que me mandaba una tía mía que es auxiliar. Además, estuve viviendo en el sofá, ya que mi habitación daba al patio interior sin ventilación y estaba alejado de la puerta, y no me suele gustar dormir así estando sola. Para entretenimiento, solo dispuse del ordenador, móvil, un libro y la cámara de fotos que llevé de casa.


A la tercera semana de estar sola, comencé a sentirme fatal psicológicamente. Me sentía agotada, y me estaba empezando a volver loca. Me cansaba de los trabajos de clase, me pasaba el día en el ordenador, y no fue sano para mí. Comencé a refugiarme en el alcohol, a dormir poco y mal, y a llorar casi todos los días. La gente me decía que por las redes me notaban bien, pero esa era la faceta que quería enseñar. Cada día tenía más miedo y estrés, y en pleno agobio, comencé a llorar con el único cojín que tenía, que era el de mi casa. Lo abrazaba con fuerza por las noches. Tampoco recibía apenas mensajes ni llamadas, por lo que me sentía abandonada. Me refugié también en las llamadas con mi familia.


Sin darme yo cuenta, comencé a tener pensamientos muy depresivos y a depender del alcohol para poder dormir y evitar tener pesadillas. En un momento de lucidez, como no podía ver físicamente a ningún ser, me puse a hablar con mi reflejo en el espejo que tenía en el salón. Comencé a llorar de rabia e impotencia, a gritar, pensar que todo era un sueño. Esto mientras estaba borracha, claro.


Intentaba desconectar de mi nueva adicción y de mis pensamientos negativos a base de hacer TikToks o intentar los retos que veía por Internet, así como recetas al microondas o galletas de mantequilla. Pero fue en balde. Me perseguían demasiados pensamientos y sentimientos de antes de la pandemia, y llegó a ser una situación tan agotadora, que busqué ayuda psicológica online. Estaba dispuesta a pagar lo que fuera por frenarme, porque no podía seguir así. Los trabajos de la universidad tampoco ayudaban demasiado, para qué nos vamos a mentir. Fue un estrés añadido a mi situación.


Cuando el confinamiento y el curso terminaron, mis padres me recogieron. Pasamos tres días estupendos por Santiago, y después, nos volvimos a casa. Jamás olvidaré el abrazo que le di a mi ama cuando la vi, y cómo nos emocionamos. En verano tuve que recurrir a la médica de cabecera porque seguía sin poder volver a una rutina normal. Demasiado estrés postraumático.


Hoy, un año más tarde, estoy yendo a la psicóloga, he terminado mi ciclo de pastillas antidepresivas (7 meses y medio) y he sabido que sufrí una leve depresión en el confinamiento. Y hoy soy más feliz y orgullosa que nunca por ver que estoy saliendo de ese pozo que veía sin fondo, por tener el apoyo que tengo de mi gente cercana, y por estar recuperando las relaciones familiares perdidas. Aunque sigo teniendo muchos miedos, y no soy capaz todavía de beberme una cerveza con alcohol ni salir a una calle transitada sin que me entre el pánico.


Tengo que agradecer a mis amigues, que me ayudaron mucho en ese momento. Sobre todo quiero destacar a Celia, Asier, Claudia y Santalla en Galicia, y a mi hermanita y a Nahi online. Por ayudarme a estar bien durante y después del confinamiento, y ayudarme en los temas más delicados que conocéis.


Y gracias de corazón a ti por leerme. Un besazo y a seguir cuidándose.

 
 
 

Entradas recientes

Ver todo
Respirar en mitad de un agobio

A veces no somos conscientes de lo que tenemos alrededor. Queremos ir con prisas cuando no se puede. Queremos correr cuando no sabemos...

 
 
 
¿Cómo llego a fin de mes?

Mientras que varias personas malgastan el dinero público de la ciudadanía en gente de su entorno, el resto de la población intenta llegar...

 
 
 
Entrelazados (Review) SIN SPOILERS

Maitendencia Comienza un nuevo año, y a su vez, las críticas o reviews de series, cine y música, entre otras quejas y cuestiones...

 
 
 

Comments


  • Instagram
  • twitter

©2021 by Maitendencia. Proudly created with Wix.com

bottom of page